JUSTICIA Y ECONOMÍA. HAYEK Y LA ESCUELA DE SALAMANCA
ÍNDICE
CAPÍTULO 8 – Apartado 5
La Ley Natural transmite unidad en la diversidad coordinando el sistema y haciéndolo estable y predecible. Mestizaje. La coordinación espontánea de las subjetividades personales actuantes. La ley natural como base de esa coordinación unificadora.
Esas reglas y normas interiores de la ley natural que se manifiestan en cada momento y en cada circunstancia o acción a través de la conciencia de cada cual -que siempre busca el bien aunque, incluso, esté objetivamente equivocada- impregnan con la libertad responsable de un subjetivismo moral[1] no anárquico todas nuestras acciones, incluidas también las relaciones comerciales y mercantiles de todo tipo: las transacciones, los proyectos, las estrategias y tácticas empresariales… etc. Y decimos no anárquico porque en el fondo todo está concatenado. Todo gira subjetiva y objetivamente en torno a cada uno pero siempre entrelazado y ordenado por leyes que sobrepasan nuestra indigente inteligencia y nuestro precario conocimiento de tantas y tantas circunstancias.
Esa ley natural -que tan ampliamente nuestros filósofos y teólogos de hace cuatro siglos desarrollaron a partir del Aquinate- es precisamente lo que espontáneamente unifica lo diverso. Porque, como hemos visto, la ley natural es la participación de la ley eterna en la criatura racional y por lo tanto procede -según lo que nos dicen desde la atalaya del siglo XVI- de la unidad armónica de Dios que es el único capaz de dotar de unidad a todo lo diverso. Así Soto se remite en varias ocasiones a la unidad de Dios. Como por ejemplo: A este primer precepto se le opone, pues, enteramente la impiedad de la idolatría. Y por eso se pone en forma negativa: No tendrás Dioses ajenos. Porque siendo más claro para todos los mortales que la luz meridiana, que hay Dios, no era necesario ponerlo en forma afirmativa, sino negativa, a saber, que no había más que uno.[2] Y como explicaba también Santo Tomás, la unidad no es opuesto a lo múltiple sino que lo que se opone a la unidad es la división y la separación que rompe la unidad armónica: la reunión de todos los bienes está en Dios, no a modo de composición, sino de simplicidad; porque las perfecciones múltiples, que están en la criatura, preexisten en El de una manera simple y única.[3]
Incluso en el tiempo se acaba manifestando esa unidad en lo diverso: Hasta comienzos de este siglo la gente creía en el tiempo absoluto. Es decir, en que cada suceso podría ser etiquetado con un número llamado “tiempo” de una forma única, y todos los buenos relojes estarían de acuerdo en el intervalo de tiempo transcurrido entre dos sucesos. Sin embargo, el descubrimiento de que la velocidad de la luz resultaba ser la misma para todo observador, sin importar cómo se estuviese moviendo éste, condujo a la teoría de la relatividad, y en ésta tenía que abandonarse la idea de que había un tiempo absoluto único. En lugar de ello, cada observador tendría su propia medida del tiempo, que sería la registrada por un reloj que él llevase consigo: relojes correspondientes a diferentes observadores no coincidirían necesariamente. De este modo, el tiempo se convirtió en un concepto más personal, relativo al observador que lo medía.[4]
Y en el ámbito espacial también es una simplificación decir que sólo se realiza una acción en cada instante. La realidad es mucho más compleja, completa y armónica. A la vez, inmersos en la dinámica del tiempo, realizamos multitud de acciones: con los dedos, la boca, las manos, los pies, el pensamiento, el gesto, la mirada,… etc. Cada postura nuestra sugiere un algo a cada quien que nos contempla y a cada uno de los que conociéndonos no nos ve sino que nos imagina y piensa o no en nosotros. La ropa que nos viste, su color, su talle y su textura sugiere sin querer mundos distintos en éste o aquél que nos observa con más o menos fijación. En cada instante, creyendo realizar una única acción, nuestro cuerpo y toda nuestra persona destella, sin querer y sin saber, un sin fin de visiones circunstanciales que son germen de otro sin fin de acciones en nosotros y en los demás.
La unidad y multiplicidad, se nos viene a decir desde el siglo XVI, lejos de ser contradictorias son dos dimensiones complementarias de la vida humana y de las ciencias que la estudian fijándose en una u otra perspectiva. La existencia y la razón vital pueden encontrarse juntas. Las ciencias humanas son interdependientes. No nos podemos quedar en modelos atomísticos cerrados con inercias y fórmulas estereotipadas. Consiste esencialmente en examinar primero de modo aislado cada uno de los aspectos de los sucesos complejos, pero no para dejarlos aislados o para hacer pasar por toda la realidad del fragmento que ha sido aislado por el pensamiento, sino para recomponer a continuación la totalidad completa a partir de cada una de las partes claramente comprendidas. Se trata, en cierto modo, de un “marchar separadamente y vencer conjuntamente”.[5]No se pueden dividir esas ciencias donde la libertad y responsabilidad están omnipresentes, en compartimentos estancos. Porque tal y como se nos sugiere, las leyes de esas ciencias humanísticas ensamblan y son universales porque sirven para todo tiempo y lugar. Los principios generales, aunque se van determinando y concretando en la evolución de las distintas geografías físicas y humanas de tiempo y espacio, son básicamente los mismos.
Y es en ese mundo globalizado[6] en el que el mestizaje multirracial y multicultural se expande aquí y allá transformando geografías demográficas y económicas, donde la eficacia coordinadora del mercado que tanto explicó y promocionó teóricamente Hayek -y que ahora vemos que procede o está en sintonía con aquella doctrina escolástica sobre la ley natural- se hace más patente. Esa ignorancia recíproca pertinazmente patente a lo largo de la historia de la humanidad reclama aquella coordinación y convivencia en la diversidad que provoca la ley natural. Reclama también el diálogo enriquecedor de ideas y de culturas que sólo dejará de ser un diálogo de sordos si confiamos en esos principios universales expuestos por los filósofos de Salamanca que hacen también que se enriquezca el mercado de las ideas en nuestro mundo tan invadido por instrumentos de intercomunicación. Ese mercado no acabará en mercadeo ni en engaño, nos dirían, si se sabe aclimatar a la verdad siempre libre respetándola. Porque la verdad –quizás se atrevieran a decir desde su conocimiento de Dios- es libre y transmite su libertad a quien accede y se aproxima a ella. En el ámbito de la teoría hayekiana la intercomunicación personal expansiva resulta vital. Aunque hoy vivimos en una atmósfera en la que los conceptos y los hábitos de pensamiento de la vida diaria están en gran medida influidos por la manera de pensar propia de la Ciencia, no debemos olvidar que las Ciencias, en sus comienzos, tuvieron que abrirse camino en un mundo donde la mayoría de los conceptos se habían formado a partir de las relaciones con nuestros semejantes y de la interpretación de sus actos[7].
Como ya se ha indicado, con la microinformática de los ordenadores personales, cada vez más capaces, los ciudadanos del mundo ven elevadas sus facultades de creación y de intercomunicación[8] hasta cotas aún no sospechadas. Las máquinas informáticas -codirigidas y animadas por ese software cada vez más inteligente y adaptado a nuevas tareas- eliminan trabajos rutinarios y tayloristas haciendo posible una liberación cada vez mayor de tiempo, inteligencia y flexibilidad para acometer nuevos pequeños o grandes proyectos. En tanto en cuanto nos vamos conectando a redes de mayores anchos de banda, y las plataformas de software hagan más sencillas de uso las aplicaciones cada vez más complejas, casi todos tendrán la posibilidad de acceso a la mayor parte de la información que hay en el mundo. Los problemas son y serán de elección y selección de la información requerida por lo que la libertad responsable a través del autodominio y la autorrestricción personal son y serán cada vez más prioritarias a la hora de ordenar las actividades humanas. La convergencia de una concatenación de descubrimientos científicos a lo largo de la historia tales como el ábaco, el cálculo matemático con el sistema binario, la electricidad, el silicio, la fibra óptica, …etc. han hecho posible ese despliegue global desde la persona individual a través de la microinformática personal influyendo sobre el lenguaje, las ciencias, el arte o la imagen.
Lo que un descubridor descubre es un conocimiento de cuya misma ignorancia no era anteriormente consciente. Por ejemplo, descubrir una palabra nueva es descubrir una palabra que uno mismo no sabía que no supiera que existía. Descubrir el significado de una palabra, si uno sabe que ignora su significado, es descubrir que el conocimiento de ese significado está disponible de un modo que uno no sospechaba, es decir, que uno mismo no sabía que no supiera lo fácil que era encontrar su significado[9].
El intercambio de palabras y frases transmitiendo ideas se convierte en proceso de suma exponencialmente positiva si se busca continuamente la verdad en el ámbito de las distintas ciencias[10]. Ello hace posible un crecimiento imparable casi ilimitado en búsqueda constante de esa verdad siempre mejorable. Es el alma humana que se expresa en la palabra y que se fijaba y se difundía con la escritura y la imprenta en el siglo de Oro, y que hoy se fija y se difunde mundialmente en tiempo real en el mundo de la prensa, el cine, el video, la fotografía o la voz digitales.
Todo lo cual pone de manifiesto el gran papel que en los cambios del lenguaje juegan los individuos y el mero hecho de que se sucedan unos a otros, siendo entre sí diferentes. ¿Por qué mi hijo convertía al “caballo” en “pacayo” y otro niño lo convierte en otra denominación que se parezca poco a ésta? He aquí una cosa que me parece poco menos que imposible de averiguar.
El fenómeno apuntado nos muestra cómo hay procesos al parecer continuos que son debidos a verdaderas discontinuidades, a saltos que se verifican entre los últimos elementos irreductibles: los individuos. (…) el hecho de que entre un hombre nuevo en la sociedad es una cosa de más bulto que lo que parece.[11]
En pocos años se ha pasado de estructuras sociales que trataban de operar en comportamientos estancos a un modelo en el que la intercomunicación lo penetra todo. Ahora “todo tiene que ver con todo“. De enfoques preferentemente analíticos y funcionalistas, estamos pasando a visiones sintéticas y comprensivas. El hombre en sociedad, protagonista nato de la actividad económica, emerge con su realidad unitaria y trata de “coleccionar” un conjunto de bienes y servicios cada vez más armónico con esa realidad unitaria. Cada individuo o familia demanda en cada momento lo que considera útil para la construcción de su proyecto conjunto y unitario de vida y estas demandas dependen fundamentalmente de lo ya poseído y consumido anteriormente de carácter complementario, de sus opciones a futuro y de sus aptitudes personales siempre originales.[12]
Todo ello confirma la visión de futuro de la teoría de la coordinación de la información hayekiana y su acercamiento a la realidad de nuestro mundo virtual y complejo en toda su realidad vital –también biológica- :
La misma base de la vida biológica, que evoluciona mediante la reproducción genética, sigue los principios hayekianos. La producción de proteínas que los genes individuales controlan se lleva a cabo según “reglas” análogas a las del lenguaje. Las potenciales combinaciones de un número fijo de aminoácidos pueden dar lugar a un número incontable de proteínas. Éstas, a su vez, interaccionan entre sí para producir órdenes aún más complejos, formando organismos que a su vez interactúan según “reglas” de atracción y repulsión. En algún punto de este proceso deberíamos poder trazar una línea divisoria entre las “reglas” de la naturaleza y la evolución de las reglas que producen órdenes sociales espontáneos. El problema, por supuesto, consiste en trazar esa línea.[13]
Y ese lenguaje anteriormente reseñado requiere también reglas que se coordinen al estilo hayekiano: Quienes no somos unos Galbraiths necesitamos seguir reglas de conducta simples y disponer también de medios simples para dirigirnos a nuestros superiores. A lo largo del tiempo, esta necesidad genera las reglas del lenguaje, el derecho, los modales y la moral.[14] Es a través de las telecomunicaciones por las que el lenguaje, el alma humana, los pensamientos humanos y los proyectos se convierten en virtuales y se transmiten y entrelazan a gran velocidad, y muchos quedan fijados por siempre. Es ese continuo intento de reproducir la realidad de todos los campos en imágenes. La imagen sustituye así al lenguaje. Y la palabra y el lenguaje han estado siempre en el inicio y en el perfeccionamiento y mejora de la intercomunicación entre lo autónomo y disperso.
Es en este ámbito tan contemporáneo y de futuro en el que se nos presenta como más relevante aún la gran aportación española a la humanidad: el mestizaje. Es esa mezcla de razas de sangre fruto y causa de la mezcla de lenguas y esfuerzos así como de la mezcla consiguiente de culturas que fue posible gracias a los éxitos de aquella primera globalización donde los intercambios de todo tipo se multiplicaron en todas las direcciones. Mestizaje enriquecedor para todos. España fue pionera en aportar al mundo el mestizaje y la mezcla intercultural, respetando y defendiendo los valores positivos universales de la ley natural en donde estaba fundamentada la cultura española de entonces. La propia península ibérica había sido terreno abonado por el paso y mezcla de razas y culturas con anterioridad durante tantos siglos. Ello es suficiente para explicar esa riqueza de la unidad en la variedad.
Y quizás el mestizaje sea la explicación nuclear de la creatividad y de la dialéctica expansiva del castellano que continúa. Y también es posible que esa intercomunicación tan amplia[15] durante siglos explique la gran capacidad metafórica[16] de nuestro idioma. Ese sustituir un término por otro en que consiste la metáfora[17], se amplia cuanto más se amplía la necesidad de comunicarse con otros pueblos. Y ello acaba fructificando en una gran riqueza de matices idiomáticos[18]:
Nuestro hombre se puso a pensar en la respiración y cómo el aire, penetrando en las celdillas de los pulmones, aireaba la sangre, este ambiente interior de nuestro cuerpo. Es la sustancia material del mundo –pensaba- que circula dentro nuestro; es el mundo diluido y hecho nuestro. Y de aquí pasó a imaginarse a modo de una aireación espiritual de nuestra mente, y el mundo de los colores, las formas, los sonidos, las impresiones todas, diluido en ella.
Pero esto son metáforas, nada más que metáforas –se dijo, y se añadió al punto-: ¿Metáforas?, y ¿qué no es metáfora: La ciencia se construye con lenguaje, y el lenguaje es esencialmente metafórico. Materia, fuerza, espiritu, luz, memoria…; metáforas todo. Cuando los que se tienen por positivistas tratan de barrer las metáforas de la ciencia, bárrenlas con escoba metafórica, y vuelven a llenarla de metáforas[19].
Habría que precisar que no se puede expresar de manera determinista esto que tan sólo es una tendencia. Determinados hechos históricos y culturales favorecen determinados desarrollos en el lenguaje, pues como afirman Searle o Bach y Harnish en 1979[20], es esencial el contexto en el que se produce la metáfora y que lleva posteriormente a Lakoff -en la línea de Cohen a diferenciar entre metáfora y expresión metafórica[21].
Porque metaforizar no es solo una producción del hablante, sino que obliga al oyente a desarrollar significados extra de analogía y desanalogías. En el momento de dos pueblos en contacto, esta significación será esencial.
Pero además en castellano hay una clara tendencia a la plasticidad metafórica, y a la sinestesia. Situación que a su vez sería explicada por el sentido de frontera cultural[22]. Varios siglos de convivencia con otros pueblos[23] y las sucesivas invasiones a las que se ven sometidos los pueblos del mediterráneo no podría por menos de dejar una huella.
(…)
Tras esta rápida exposición volvamos al principio, la torre de Babel o el retorno a la unidad. La metáfora es una búsqueda de unidad, una continuidad del contacto entre culturas, un deseo de manifestar nuestro pensamiento de la forma más clara y más exacta posible porque el uso ha desgastado aquello que para nosotros es la base de nuestra esencia. Por este motivo, aunque el uso metafórico en castellano es esencialmente natural y cotidiano, como he defendido, sin embargo la metáfora por excelencia es unificadora del sentimiento.
El lenguaje y con él la metáfora es sobre todo la búsqueda del ser humano que pretende una verdadera comunicación. La metáfora se convierte en una búsqueda de la unidad y en el caso del mestizaje en uno de los factores esenciales de las lenguas en contacto. En definitiva lo que interesa es la comunicación de nuestro pensamiento, y especialmente de nuestros sentimientos, en los que es especialista la palabra poética.
El ideal del encuentro platónico en la armónica unidad se encuentra simbolizado en la metáfora, pero también en el intercambio y el mestizaje cultural de lo que es buena muestra la literatura hispanoamericana. Por ello termino con las palabras con que finaliza el libro de Altmann:
“Al fin, pues ¿qué es el lenguaje? Al final, hay una sola vista desde Babel. El lenguaje es simplemente una ventana por la que podemos alargar la mano y tocar la mente de los demás. Cualquiera puede hacerlo –sea de cualquier raza o religión-. Es el más íntimo de nuestros actos. Debemos asegurarnos que nunca se cierre esa ventana”[24]
Por todo ello, creo que es imposible aplicar este mundo -aparentemente anárquico y desordenado, dentro de un cierto orden misterioso sobrehumano- a la ciencia del Derecho -que se ha hecho cada vez más rígido, positivista y regulador como decía Hayek- si no descubrimos la unidad y universalidad de los principios de la ley natural. El mundo del espíritu, tan estudiado y explicado por Vitoria, Soto y Mercado -que se manifiesta en la índole intelectual del ser humano- es más flexible, abierto y profundo que el mundo físico químico de la materia. El ámbito espiritual –que es más sustancial que el material- es el que -abarcando también las manifestaciones del conocimiento de las ciencias fisico-químicas y biológicas- acaba gobernando y penetrándolo todo. Es un itinerario parecido al personal de Hayek: desde la economía –más material aparentemente- pasa al derecho y después a la filosofía, la metodología y la teoría del conocimiento.
Y esa flexibilidad tan necesaria en nuestros días obliga a que la producción económica sea cada vez más rica en matices y a que–volcada servicialmente hacia los requerimientos de millones de personas originales hechas de carne y hueso como decía también Mises- se acreciente la importancia de la calidad en los bienes y servicios, así como la relevancia de la calidad ética personal e institucional. Y curiosamente esa riqueza de la variedad, tan compleja y que es tan necesaria en economía, se consigue mucho mejor y más rápidamente con leyes simples y universales generalmente entendidas y aceptadas por todos. Esas leyes sencillas y universalmente entendidas no son otra cosa que los principios que laten desde la ley natural en las conciencias proporcionando y asentando la unidad en lo diverso.
Y con la ley natural se atisba al final el principio: se intuye lo sagrado:
(…) sin duda no es salirse del ámbito de la realidad el ver en esos esfuerzos de superación un nuevo brote de aquel llamamiento que formó –con el “misterio” familiar y el culto de la ciudad- las normas de la Primera Edad: “el sentimiento de lo sagrado”.
Se le creía abolido. Pero hay que confesarlo: el “progreso” no ha destruido a esta llamada suprema, como la química no ha destruido a lo sagrado (o lo secreto) de la MUERTE, ni la fisiología a lo sagrado del AMOR, ni la sociología al del HONOR, ni la técnica a lo sagrado del ARTE. No sólo lo material no ha ahogado a esta palpitación del más allá, sino que además la requiere, la espera, la exige, so pena de dejar reinar, en las delicias de la técnica, los horrores del tedio. Interrogad a los testigos y hasta las imágenes de los Estados Unidos, de Escandinavia, de Rusia… Se quiere hacer del hombre un animal superior. Se le fabrica una colmena perfecta. Y él bosteza…
Os homini sublime dedit, coelumque tueri
Jussit ad sidera tollere vultus.
De aquí esta curiosidad inquieta, este apetito por la cultura, esa necesidad de “terciario” (…)
De aquí también esa eflorescencia de místicas que pueden conducir a las peores aberraciones, pero también devolver a un mundo, aturdido de progreso, el sentido de sus fines.
La última lección de nuestro tiempo nos parece, pues, ser, en definitiva, que la economía no basta al hombre. Es la lección de los hechos. Es la promesa del porvenir. Y es también la lección que nos ha legado el más ilustre de los economistas contemporáneos[25]:
“Así –escribía Keynes en sus Ensayos de Persuasión- el autor de estos Ensayos, a pesar de todos sus “graznidos”, espera y cree todavía que no está lejos el día en que después de relegado el problema económico al segundo plano a que pertenece, el ámbito de nuestro corazón y de nuestro cerebro será ocupado o reocupado por los problemas verdaderos, problemas de vida y de las relaciones humanas, de la creación, de la moral y de la religión”[26]
[1] Si luego nos preguntamos dónde nace esa errónea concepción de la naturaleza de la persona y de la «subjetividad» de la sociedad, hay que responder que su causa principal es el ateísmo. Precisamente en la respuesta a la llamada de Dios, implícita en el ser de las cosas, es donde el hombre se hace consciente de su trascendente dignidad. Todo hombre ha de dar esta respuesta, en la que consiste el culmen de su humanidad y que ningún mecanismo social o sujeto colectivo puede sustituir. La negación de Dios priva de su fundamento a la persona y, consiguientemente, la induce a organizar el orden social prescindiendo de la dignidad y responsabilidad de la persona. Juan Pablo II Centesimus annus. N. 13
[2] Domingo de Soto, Tratado de la justicia y el derecho, T. II, v. XVII, Madrid, Editorial Reus, 1922, p. 8.
[3] Tomás de Aquino, Summa. Theoógica, I, q. 26 a. 1 ad 1 Y como se dice también en S.Th.I., q.4, a.2; y q.18, a.4.
[4] Stephen W. Hawking, Historia del tiempo. Del bing bang a los agujeros negros, T.O. (A brief history of time. From the Big Bang to the black holes), Madrid, Editorial Crítica, 1988, p. 89.
[5] Von Böhm-Bawerk, Eugen. Ensayos de Teoría Económica, Volumen I, La Teoría Económica. Madrid, Unión Editorial, S.A., 1999, p. 150.
[6] En los albores del siglo XXI estamos asistiendo a avances trascendentales que están estructurando una nueva e inédita realidad económica, caracterizada por la globalización, entendida como la interconexión mundial en tiempo real, puesto que Internet se ha convertido en una red internacional de distribución de bienes, servicios, capitales y empleo. Los cambios tecnológicos, gracias a la revolución de las comunicaciones y del transporte, e institucionales, fruto de la apertura y liberalización de los mercados, están impulsando las fuerzas competitivas que, a su vez, permiten un crecimiento equilibrado y sostenido. Juan E. Iranzo, Globalización y Nueva Economía, Madrid, Instituto de Estudios Económicos, 2003, p. 11
[7] Hayek, La contrarrevolución de la ciencia. Estudios sobre el abuso de la razón, Madrid, Unión Editorial, S.A., 2003, p. 37.
[8] Aumentan con ello los bienes y servicios de imagen y sonido donde se produce lo que podemos llamar “efecto coleccionista” o también “efecto adicción”. Para un coleccionista de sellos o monedas, por ejemplo, la adquisición y posesión de las primeras unidades le reportan mayor utilidad. El uso y consumo de las primeras unidades ejercen un efecto positivo de atracción sobre las últimas. La utilidad de las primeras se añade a la utilidad de las últimas. La posesión de las últimas monedas o sellos completan la colección y aumentan el valor de todas las anteriores unidades. En todas las actividades educativas y de investigación, por ejemplo, la utilidad que proporcionan las últimas unidades es mayor generalmente que la proporcionada por las primeras. La utilidad de las primeras unidades no se destruye tras su consumo, sino que permanece en forma de capital humano, repercutiendo positivamente sobre la utilidad de las últimas. Para un aficionado o profesional de la literatura o del cine un nuevo libro o un estreno cinematográfico le puede proporcionar mayor utilidad que los anteriores. De igual forma un último disco o CD para un aficionado o profesional de la música o un nuevo programa de ordenador para un aficionado o profesional de la informática. El acceso a cierto nivel de información autogenera mayor necesidad de información en el futuro. La información acumulada anterior se difunde in crescendo sobre un mejor aprovechamiento y utilidad de la nueva información. Cfr.Voto particular al informe de concentración sogecable/Vía Digital http://www.tdcompetencia.es
[9] Israel M. Kirzner. Creatividad, Capitalismo y Justicia Distributiva. Nueva Biblioteca de la Libertad 12. Madrid, Unión Editorial, S.A., 1995, p. 73.
[10] Y para que cualquier descubrimiento científico tome cuerpo pasando a formar parte del “fondo social” no basta con el descubrimiento, sino que es preciso publicarlo dándolo a conocer para formar a otros con él y así conseguir más tarde que estos se “conformen” con él haciéndolo hábito y nuevo germen de difusión de aquella nueva verdad científica. Pasará entonces a formar parte no sólo del fondo social sino que llegará a estar encarnado como instinto social e intelectual, con ello se influirá notablemente en la idoneidad individual y social de quien lo asimile y de los bienes que utilicen y organicen quienes lo asimilen. Y en este ámbito del acceso de los conocimientos a personas diseminadas y dispersas, las telecomunicaciones son un factor clave a considerar.
[11] Unamuno, Viejos y jóvenes. Contra el purismo. 5ª edición, Nº 478, Madrid, Espasa-Calpe, 1968, p. 36.
[12] Cfr. Voto particular en el informe de la concentración SOGECABLE/VÍA DIGITAL C 74/02 http://www.tdcompetencia.es
[13] Hayek, Hayek sobre Hayek, un diálogo autobiográfico, Madrid, Unión Editorial, S.A., p. 37
[14] Hayek, Ibid., p 27.
[15] Cuanto más rica es una lengua más y mejor expresará la universalidad y diferenciación de las leyes en las diferentes ciencias. Si lo que se impone y se expande es un hablar simple y degradado, con él se transmite simplicidad funcional de dibujos animados a las diversas ciencias y, queriendo profundizar, se quedan todos en la superficie, en el ruido y en el bullicio.
[16] Rocío Oviedo destaca esta cuestión en un artículo titulado Creatividad y metáfora: el ejemplo del castellano y la literatura hispanoamericana Se trata de desarrollar una serie de conceptos dentro del campo de la psicolingüística, para establecer una hipótesis en torno al por qué del surgimiento de una literatura como la del realismo o lo real maravilloso, en relación con la metáfora y la creatividad a la que da origen. Creatividad que se encontraría en la capacidad metafórica del castellano, a lo que colaboraría de forma decisiva el préstamo lingüístico al que se habitúa el castellano por la afluencia del mestizaje entre culturas muy diversas.
Como afirma Luria la palabra forma parte de la actividad cognoscitiva del hombre, pero además el lenguaje refleja una visión particular del mundo, es el que determina la forma de percibir la realidad. Si es cierta esta aseveración entonces también lo será el que diferentes idiomas favorezcan una u otra actividad mental que entroncaría finalmente con una predisposición mayor o menor hacia determinadas acciones. Esto no en el campo de un determinismo absoluto, sino exclusivamente en el terreno de las tendencias.
El afirmar la capacidad metafórica del castellano no implica que no exista en otros idiomas, sino que es mucho más “natural” su proceso de producción. En este aspecto en primer lugar apunto una hipótesis de las causas. Lógicamente si las causas se producen de igual manera en otros idiomas esto supondría que de igual modo la capacidad metafórica sería similar en esa lengua. El segundo paso radica en analizar las consecuencias de dichas causas y su configuración en la literatura hasta derivar al realismo mágico. Rocío Oviedo y Pérez de Tudela, “Creatividad y metáfora: el ejemplo del castellano y la literatura hispanoamericana” , 2º Congreso de la Asociación coreana de hispanistas, Alcalá de Henares, 27 a 29 de junio de 2002
[17] Por supuesto este no es el caso de desarrollar toda una teoría en torno a la metáfora, por lo que no voy a contemplar las variadas definiciones que en torno a la misma han surgido en los últimos años. En líneas generales me centro en los aspectos clásicos de considerar tropo o metáfora a aquella palabra o palabras percibidas como a-normales en el uso cotidiano, es decir, términos que escapan al uso normal de la lengua. En esta línea se encuentra el trabajo de Albert katz, al referir su experiencia con su hija, indicándonos el modo de reconocimiento metafórico, cuando al decirle: “The grass is greener on the other side” , la niña, de cinco años le indica que reconoce las palabras pero no lo que quiere decir y afirma con Winner que los niños son capaces de reconocer el uso no literal del lenguaje antes de conocer su existencia.
Inicialmente parto de tres hipótesis: En primer lugar la diferenciación según la psicología en tres tipos de inteligencia, estudiadas como capacidades de los niños. A) Lógico-matemática B) Manipulativa C) Creativa. En segundo lugar se trata de relacionar el lenguaje, en este caso el castellano, con las tres capacidades citadas. Al analizar el desarrollo del castellano nos damos cuenta de la afluencia de metaforización que dificulta el proceso de traducción a otros idiomas, en este apartado cabe preguntarse por qué se origina esta afluencia. Si relacionamos esta capacidad metafórica con los tres tipos de inteligencia, indudablemente con la que se relaciona es con la inteligencia creativa. En tercer lugar, esta inteligencia creativa y la capacidad metafórica convertiría en “casi natural” tras el proceso del Modernismo y la Vanguardia la aparición de lo real maravilloso y del Realismo mágico avalados además por ser el castellano una lengua constantemente en contacto con otras culturas durante la etapa de su conciencia como idioma. Rocío Oviedo y Pérez de Tudela, “Creatividad y metáfora: el ejemplo del castellano y la literatura hispanoamericana” , 2º Congreso de la Asociación coreana de hispanistas, Alcalá de Henares, 27 a 29 de junio de 2002.
[18] Uno de los elementos que más asombraron a mis alumnos extranjeros en la etapa en que les daba clase de conversación española fue la capacidad del castellano para emplear términos nuevos, jergas, clichés, metaforizaciones que se adaptaban constantemente a situaciones establecidas, pero que a su vez daban origen a otras nuevas. Esto implica que de algún modo sorprende la capacidad para crear metáforas del castellano en su uso no literario, sino cotidiano.
Otros idiomas pueden llegar a establecer un paradigma más efectivo desde la composición de su lengua, bien como sistemas analíticos (inteligencia lógico-matemática) el francés o el inglés o bien como productores de estructuras complejas (es decir, como inteligencia manipulativa), que tal vez sea el caso del alemán. O bien, como en el caso de las lenguas orientales, centrándose con singularidad en la utilización más que del término abstracto de los términos concretos de cada una de las situaciones en que se encuentra. Es el caso del japonés para expresar términos como yo, que según indica Mac Cormac, no tiene un solo vocablo para indicarlo sino una palabra distinta cada vez para expresar los diversos aspectos del tu. Tal vez de ahí derive la capacidad de traducción de las lenguas orientales, al poder adscribir los términos de aspecto a las metáforas que utilizan los idiomas occidentales. Si tomamos en cuenta la afirmación de Humboldt para quien realmente pocas palabras en cada lenguaje tienen exactamente equivalencias en otras lenguas, podríamos tal vez afirmar –dado que mi conocimiento de las lenguas orientales es escaso- que éstas podrían tener ciertas facilidades con respecto a otros idomas, por contemplar más aspectos de la realidad. Rocío Oviedo y Pérez de Tudela, “Creatividad y metáfora: el ejemplo del castellano y la literatura hispanoamericana” , 2º Congreso de la Asociación coreana de hispanistas, Alcalá de Henares, 27 a 29 de junio de 2002
[19] Unamuno. Viejos y jóvenes. Contra el purismo. 5ª edición, Nº 478, Madrid, Espasa-Calpe, 1968, p. 158.
[20] Lo explica en tres procesos: 1. “look for speaker meaning that differs from sentence meaning if the sentence is defective when taken literally.
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Try to fin ways that S might be like P by generatins salient, web-known, and distinctive features of P that can be used as candidates for R